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Periodistas

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Son los primeros en llegar. Según se cree, obsesionados por la lógica urgente de la noticia. Pero como en el ejercicio de la profesión hay variantes, en el abanico de posibilidades aparecen los que se acomodan a los poderes de turno y los comunicadores populares, los amarillistas y los que se juegan por la verdad, sin cansarse jamás de chequear fuentes, de ir más allá y sobretodo, de respetar la dignidad humana. Los que se ubican a la sombra de los poderosos y los que no dudan en bajar al llano para hacer oír la voz de los que no la tienen, los que son cómplices de los abusos y los que se animan a la denuncia. En tiempos de monopolios informativos y del derecho a la información pisoteado por pantallas calientes y de falsas nuevas voces, perduran sin embargo las viejas esperanzas de un periodismo comprometido, al servicio de la verdad y la justicia. Por eso valga el recuerdo de Rodolfo Walsh, un grande que en tiempos oscuros clamaba desde la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA): &q

Ministerio de Trabajo

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Cuando los vi, pensé que eran simples clientes. Dos más del montón. Me dieron el ticket con su mejor cara de naipe. Sonrieron. Pagaron con cambio. Me dijeron "hasta la próxima". Podría haber adivinado quienes eran. Intuido, tal vez. Pero no, me dejé seducir por tanta amabilidad al otro lado del vidrio. Uno pidió pasar al baño, el otro se quedó fumando en la puerta. Con el cigarrillo entre los dedos, me hizo acordar al agente 007. Pero el encanto se acabó cuando, el que estaba en el baño, entró de sopetón en la casilla. "Ministerio de Trabajo", dijo. Ni miré las identificaciones que mostraron. "Yo... yo no trabajo acá. Soy amiga de Raúl, el dueño...", atiné a decir. No me creyeron, por supuesto. Pidieron la planilla de altas y bajas, donde mi nombre no figuraba, obviamente. Preguntaron horarios, número de CUIL y no sé qué más. Mi cabeza estaba completamente en blanco. Finalmente me dejaron una notificación que firmé sin leer. Hacía calor. La gente se

Mi lugar en el mundo

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Camino por la peatonal y siento que es mi lugar en el mundo. Esquivo vendedores ambulantes y los manifestantes de turno; me quejo por el transporte público y el mal olor del agua. Así y todo, estoy donde quiero estar. En mi Córdoba de las campanas, rebelde y clerical. Recorro el casco histórico y se me pone la piel de gallina. El muro de la Compañía de Jesús me hace viajar en el tiempo.La Manzana Jesuítica esconde la historia de la ciudad y si cierro los ojos, puedo imaginar la Docta de otros tiempos. Caminar la ciudad me emociona. Sé que no podría vivir sin Córdoba. Así de simple. Sin La Cañada, que divide la ciudad en dos. Sin el tunga tunga con personajes entrañables como La Mona Jímenez. Sin Colón y General Paz. Sin el humor a flor de piel. Córdoba sigue teniendo el corazón de pueblo chico aunque sea cada vez más una enorme telaraña que no para de crecer. Córdoba es un hogar donde sentirse a gusto. Córdoba es sin lugar a dudas mi lugar en el mundo.

De cine y fizz

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Te quedaban un par horas libres antes de juntarte con tus compañeros de trabajo. Andabas cargada de papeles: el diario, los apuntes, un libro que te habían devuelto... Pero era jueves, tu día de cine. Ni lo dudaste. Enfilaste para la 27 de abril y compraste dos tiras de fizz en el camino. Dos, sin darte cuenta. Llegaste a tiempo para la segunda función y ni te fijaste en la cartelera. Entraste nomas. Las luces estaban apagándose y la pantalla te devolvió, en un segundo, imágenes de otros tantos jueves, cuando el ritual era de a dos. A tientas, llegaste a tu butaca. Respiraste hondo y te metiste un fizz en la boca. Cuando comenzabas a sentir la efervescencia del caramelo, los ojos se te llenaron de lágrimas y se te escapó un suspiro. Al mismo tiempo, d esde la pantalla, la pequeña Miss Sunshine te guiñaba un ojo.

Mañana desteñida en tecnicolor

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Con los primeros rayos, la ciudad se viste de amarillo mientras un coro de radios afónicas le pone banda de sonido a la mañana. Llega el diario dejando un suspiro de tinta fresca en el camino. Un perro color canela ladra en algun lado. Un despertador rojo suena en una casa vecina. Los chicos remolonean en la cama. Al padre se le queman las tostadas. Hora de irse. Rumbo al centro, una seguidilla de autos perezosos se desplazan haciendo sonar bocinas de tonos pálidos que se pierden entre los colores de los semáforos y los bostezos celestes de los colegiales repasando la lección. Un empleado de Crese recoge las basuras y un sereno de edificio se prepara para dormir el sueño de las aves nocturnas. Los chicos en la escuela ya cantan el Aurora. El super ya abrió. Doña Rosa baldea alguna vereda de mosaicos rojos. A esta hora, mas que amarilla, la ciudad está tirando a color cremita. Es lunes, che. Que fiaca.

Margarita

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Gerardo le sostiene la mano y le susurra palabras tranquilizadoras al oído. Aunque el agua avance y la casa esté perdida en medio de un espejo infinito. El muchacho le dice que en cualquier momento llegará el helicoptero de la Gobernación y que estarán a salvo. Se lo dice aferrándole el hombro con su mano nudosa y eso le basta a Margarita para recordar al padre de Gerardo, Ricardo, quien fue el único que con ese sólo gesto podía trasmitirle fortaleza, serenidad y hasta una pasión incontrolable.Los ojos se le humedecen y no encuentra palabras para explicarle al muchacho que no es la creciente ni la oscuridad que ya está cayendo sobre el lugar, lo que está llamando al llanto.Gerardo la abraza con ternura y Margarita cierra los ojos. Es el brazo de Ricardo que me sostiene el chal para la foto. Pura fibra en sus brazos fornidos. Y ya estamos en la ciudad y son sus amigos los que nos prepararon la despedida de casamiento. Yo, yo no conozco a a nadie si yo vengo del campo sin más que Ri

Catalina sueña

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Catalina sueña con la felicidad. Todo el tiempo sueña y cuando cierra los ojos, piensa cuando, cuando, cuando. No se da cuenta pero ese cosquilleo que le sube por la punta de los dedos ya es un poco de felicidad adelantada. Cuando, cuando, cuando, se repite una y otra vez. Cuando exhala con un último suspiro que se le escapa por la ventana abierta. Cuando, tantas cosas, piensa. Un lugar. Un hombre. Un niño de cachetes arrebolados. Cuando, cuando, cuando. Dale felicidad, vénite. Que la ventana está abierta y el corazón ya late apasionado. Así dice, Catalina, la que sueña. Con los ojos abiertos y la ventana de par en par...