De cine y fizz
Ni lo dudaste. Enfilaste para la 27 de abril y compraste dos tiras de fizz en el camino. Dos, sin darte cuenta.
Llegaste a tiempo para la segunda función y ni te fijaste en la cartelera. Entraste nomas.
Las luces estaban apagándose y la pantalla te devolvió, en un segundo, imágenes de otros tantos jueves, cuando el ritual era de a dos.
A tientas, llegaste a tu butaca. Respiraste hondo y te metiste un fizz en la boca. Cuando comenzabas a sentir la efervescencia del caramelo, los ojos se te llenaron de lágrimas y se te escapó un suspiro. Al mismo tiempo, desde la pantalla, la pequeña Miss Sunshine te guiñaba un ojo.
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